martes, 6 de noviembre de 2018

Reseña: Nier Automata



A lo largo de la historia, al ser humano no hay nada que le haya fascinado más que el propio ser humano. ¿Qué nos define? Soy consciente de que existe el YO pero ¿realmente lo conozco?





Da Vinci en 1490 ilustra a El hombre de Vitruvio. Una pieza completa donde analiza pormenorizadamente cuáles serían las proporciones ideales del cuerpo humano. Podemos enmarcar esta obra en el contexto renacentista donde el ser humano se torna en protagonista absoluto de todas las inquietudes artísticas de la época, o también en que Da Vinci era bujarrilla... Sea como fuere, pese a lo avanzado del estudio de Da Vinci a la hora de interpretar que el super hombre ideal debía de constar de cuatro brazos y cuatro piernas, realmente no pasa de lo superficial, la mera carcasa. Al hombre de Vitruvio le faltaba algo.

Eso es lo que pasaría posteriormente con las máquinas destinadas a suplir el trabajo humano. A medida que avanzaba la tecnología, se trataba de darles formas antropomórficas semejantes a las de sus creadores de forma similar a la que Dios creo al hombre... y sin embargo no dejaban de quedarse en meras carcasas vacías incapaces de exhalar un ápice de humanidad.

Gracias al desarrollo de las Inteligencias Artificiales (IA), hemos podido insertar dentro de esos recipientes conductas que buscan emular a las del hombre, otra vez en nuestro afán de crear a un semejante. Al igual que Dios crea al hombre, este último también siente la necesidad de ser padre.

Es por esto que el desarrollo de Inteligencias Artificiales cada vez más complejas y que lleguen a situarse a nuestro nivel en el plano emotivo-sensorial, supone uno de los mayores y más fascinantes estudios antropológicos jamás realizados en nuestra historia. Estudiar lo que puede hacer humana a la máquina, es estudiar lo que nos hace humanos a nosotros.

Son muchos los autores que han fantaseado con lo que pasaría el día que las máquinas pudiesen mirar de tú a tú a sus creadores. Quizás el más famoso de todos, Isaac Asimov —conocido como el Buen Doctor—. Algunos consiguen que la discusión evolucione aportando nuevas perspectivas de abordar este ejercicio de autodescubrimiento y otras desgraciadamente se quedan únicamente con el elemento estético y estilístico sin pararse a pensar que hay dentro de las formas.




Por ejemplo, este año dentro del ámbito de las experiencias ludonarrativas, Quantic Dream publicó Detroit: Become Human, un ambicioso proyecto que usa la figura del androide para tratar de diseccionar las vísceras de nuestra sociedad actual. El problema residía en la superficialidad que suele acompañar a este tipo de producciones ciclópeas; donde se envuelve al discurso de mero artificio que lo degrada. Es temática social lo que podemos observar en Detroit; pero las formas son tan manidas y el tópico tan evidente, que enseguida el receptor se da cuenta de que se está desplazando peligrosamente hacia un círculo de conformismo e irrelevancia.

Detroit: Become Human seguramente tenga las mejores intenciones del mundo pero cae en el estancamiento. Y como la historia de David Cage, decenas de obras artísticas que tocan las misma canción con las mismas notas, el mismo ritmo y los mismos instrumentos; mejor ornamentados o no. De el hombre de Vitruvio pasamos a las máquinas, de las máquinas a la IA... ¿Cuál es el siguiente paso en la infatigable búsqueda de lo que realmente nos hace ser diferentes?

Yoko Taro se atreve a pisar en terreno inhóspito con Nier Automata y es que no es respuesta sabia aquella que cierra una cuestión, si no la que consigue crear nuevas inquietudes. A la máquina se le dotó de un cuerpo, el cuerpo contaba con inteligencia y de esa inteligencia germinaron unos sentimientos ¿Que más faltaba para que esas máquinas inteligentes pudieran exhalar humanidad?

Da Vinci en 1490 crea el dibujo de El hombre de Vitruvio. Yoko Taro en 2016 nos desvela a la waifu de Cavia:





2B, la protagonista de Nier Automata sale a la luz cómo resultado del siguiente ejercicio de mayéutica:

—¿Qué mueve al alma humana, portadora de su propio sino?






«Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.  Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre solo para darse cuenta de que le sobraban polígonos... así pues, rehizo su obra y creo a la waifu». (Génesis 1-3)   

                                                                              







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